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Periodismo y nuevas tecnologías

El cariño que le procesamos a nuestro celular

Hace apenas unos años el estar en posesión de un teléfono móvil era un privilegio sólo alcance de unos pocos yupis, o peor aún, era un artefacto propio del guaperas de Tom Croise en Misión Imposible. Pero ahora sólo tienes que irte a un colegio para poder comprobar, no sin cierto estupor, que la inmensa mayoría de los niños poco mayores de diez años van con teléfono móvil a clase, y no puedo dejar de preguntarme el por qué de esta masiva invasión de las aulas por parte de los celulares, desde luego me imagino que no será por las continuas y necesarias consultas a sus agentes de bolsa, sino más bien por el poco criterio de unos padres a los que les resulta mucho más cómodo dar a unos hijos pubertosos todo lo que piden. Y es que hoy la mayoría de los muchachos desean fervorosamente disponer de uno de estos "gadgets" símbolo de modernidad e incluso, en ocasiones, de distinción entre sus compañeros.

Pero independiente de las disquisitudes que puedamos tener respecto al uso de la telefonía móvil, lo cierto es que podríamos calificarlo el invento del siglo XXI, y las ventajas que presenta este nuevo medio de comunicación son innegables, tanto para particulares como para profesionales de la información. Aunque como en todo, no siempre todo son ventajas, y si no que de lo digan a los del PP en la víspera de las elecciones, durante la jornada de reflexión, ya que el fenómeno de los flash mobs, conocidas como disparatadas convocatorias callejeras realizadas a través de SMS, se han convertido en un arma política
Comentarios jocosos aparte, el modo en que se ha visto favorecida la vida de todos los usuarios de los móviles y como no de los periodistas, en primer instancia como usuarios ordinarios, y en segundo lugar como usuarios vinculados con la labor informativa es incuestionable. Cuando muchos de nosotros llevamos apenas unos años haciendo uso de los móviles, nos parece inconcebible salir a sacar la basura sin nuestro celular.
Y es que parece que ya no nos basta con poder hablar con cualquier persona en cualquier momento independientemente del lugar donde se encuentre, sino que nuestro aparato debe ser el de menor tamaño, el menos pesado y el que más luces de colores tenga, vamos, que muchos de estos aparatos más que móviles parecen naves espaciales en miniatura. Por algo vamos ya por los teléfonos de tercera generación; pero
hablar de los móviles de tercera generación podía ser hablar y no parar, o, dicho de otra forma, para mear y no echar gota. Y es que la mayoría de las cosas que hace la gente, es decir, hablar, con los móviles actuales ya se podían hacer con los móviles de la anterior generación, los análogicos (que se supone que fueron la primera generación). Sin embargo, con los analógicos no se podían mandar mensajes, que al parecer han sido la aplicación estrella de la segunda generación. ¿Realmente la tercera nos ofrece algo tan necesario que nos haga tirar todos los móviles de la segunda generación? Es cierto que los móviles, de por sí, ya se tiran los móviles cada dos por tres pero otra cosa es que ocurra como con los analógicos, que eliminen ese tipo de conexión y nos obliguen a tirarlos, que hay gente que le acabamos tomando cariño a nuestros ya rústicos celulares, o simplemente no queremos aprender el funcionamiento, por cierto mucho más complejo de un nuevo aparato, con millones de aplicaciones que nunca entenderemos ni usaremos.

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